sábado, 20 de junio de 2015

Salvaterra do Extremo, el objetivo deseado



<<..esta situada sobre [...] frontera de lazarça de Alcantara [...] començada afortificar a lo moderno [...] cuure el campo quellaman de las Erañas, granero de Portugal, conque sera daño consideraule para los portvgveses si lapierden...>>

Con las anteriores palabras era descrita, a finales del año 1646, la villa de Salvaterra do Extremo, según el parecer del conde de Fuensaldaña, por entonces máxima autoridad del Real Ejército de Extremadura.

Plaza fuerte portuguesa, con <<... o castelo, que está fundado sóbre o rio Elges, em um penhasco por dois lados inacessivel...>>

Llave de gran parte de la provincia de Beira. Cuartel para grueso número de tropas, que desde aquí entraban en tierra extremeña al intento de realizar escaramuzas.

Motivo por el cual, no cabe duda, siempre fue un objetivo militar muy deseado. Destruir aquel <<...nido de reueldes...>>, un plan varias veces diseñado y nunca puesto en práctica.

Ahora sí. Llegó don Alonso Pérez de Vivero y los deseos se convirtieron en realidad.

Francisco de Mascarenhas, conde de Serem, lider de la defensa lusitana beirense, un buen día del mes de octubre de citado año, comunicaba, por vía de urgencia <<...haver o inimigo escalado ao luguar, mas intentar o sitio ao castello...>>

Se había producido el esperadísimo ataque de los castellanos; y la villa de Salvaterra, tomada y saqueda; pero el fortín roquero aún se mantenía libre porque <<...a bataria do inimigo nao poder ser de grossa artilharia [...] e con ella deste genero, inda que incomode os parapeitos nunqua poderá fazer ruina que occasione brecha...>>

Durante cuatro jornadas de intensa lucha, se defendieron con valor los salvaterranos. Junto a ellos, un puñado de soldados procedentes de pueblos comarcanos, y algunos otros que tuvieron la suerte de llegar a tiempo desde Elvas.

Fuera de las murallas, varios cientos de hombres, militares y civiles, bajo la atenta mirada de cabos y oficiales, queriendo penetrar en el recinto fortificado, que se alzaba en la cima de la montaña.

Ni petardos, ni bombas, ni mantas incendiarias, ni ningún otro pertrecho de guerra. Nada pudo abrir la férrea puerta del castillo y sus muros defensivos.

Volvía a informar Serem <<...o inimigo tanto que soube que o socorro era cheguado procurou abreviar e reduzir as escalas, e procurou escapar, e he certo que foi grande perda de gente...>>

Los mismos que atacaron, fueron muy críticos con el desenlace de su intentona <<...pareció más açertado no esperar alli el socorro q ajvstauam los reueldes, y asi se retiró poniendo fuego a la Vª, no sin murmuración aun delos mismos soldados, que todos jvzgaban la empresa por concluida con dos dias mas de asiftençia.....>>.
 
Una vez más los deseos no fraguaron, y Salvaterra do Extremo pudo respirar aliviada.

Mantenía intacto su poder. Seguía siendo la vanguardia de aquella parte de la frontera. Pero quedaba mucho aún para cantar victoria. Veintidos años de lucha por delante. El destino guardaba, celoso, nuevas sorpresas. 
 
En la imagen: panorámica aérea de Salvaterra do Extremo, y diseño de la villa y su castillo en el siglo XVII.
 
 

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