<<...Mañana, siendo Dios seruido volbere a pasar el rio Guadiana y ire a
sitiar laVilla y castillo de Moron: y según las notiçias que e tenido espero
que dho sitio nopassara de ocho dias...>>.
Con
estas palabras comunicaba, a comienzos de junio de la campaña de 1657, don Francisco de Tutavilla y del Tufo sus intenciones militares al
monarca español Felipe IV.
Era Mourao (Moron para los cronistas hispanos) una plaza lusitana muy
importante, desde cuya ubicación estratégica podía alcanzarse un vasto
territorio interior, rico en ganados y cultivos, botín siempre apetecible para
las incursiones castellanas. En definitiva, un objetivo militar de primer orden.
De ahí los esfuerzos para conquistar la plaza aunque, por las descripciones de época,
no parecía un serio obstáculo en las aspiraciones de victoria de don Francisco.
<<...Nao tinha Mourao mais defesa que um antigo e pequeno castelo, em que
havia mantimentos e muniçoes para quatro meses [...] sendo as muralhas tao
fracas que nao podiam resistir quatro dias de sitio [...] Assistia no governo dela o capitao de
cavalos Joao Ferreira da Cunha com a sua companhia e trés companhias de
infantaria...>>.
Aún con esa supuesta fragilidad
defensiva, el de San Germán (título nobiliario que fungia Tutavilla) desconfiaba de un éxito sencillo. Para garantizarse sus propósitos, reunió a un
grueso ejército de no menos de 6.000 infantes y otro buen número de caballos,
amén del tren artillero y sus respectivas municiones y pertrechos.
Sobre el margen derecho del río
Caia, rayando mediodia del 9 de junio, paso Muestra a la tropa y, a continuación, dio orden de avanzar hacia Mourao.
Dicen los cronistas que <<...marchou
com dez mil infantes e quatro mil cavalos...>>. Otros reducen tales
cifras. Sea como fuere, la guerra se acercaba a las puertas de la noble villa
lusitana.
Mal augurio de lo
que iba a ocurrir, el viernes 13 de dicho mes comenzaron los trabajos de cerco, y con tan buena disposición que durante la misma jornada se logró
ganar el caserío situado fuera de las murallas. Todo iba según lo previsto.
Después tocaba rendir el castillo,
en el cual, según unas fuentes, había 150 infantes, 40 caballos y 150
paisanos. Los últimos <<...pelean
con mayor obstinacion que los soldados...>>. Del bando portugués
aseguran ser más de 400 los defensores.
En
cualquier caso la lucha por mantener la posición fue numantina, dando muerte en
el ataque a varios oficiales de rango castellanos.
<<...Os sitiados mostravam constancia na
defesa; porém, nao sendo o socorro breve, parecia dificil a persistencia...>>.
Intentaron
levantar el sitio con una tropa acampada en las proximidades, que tuvo como líder
al conde de San Lourenço. Pero los de Tutavilla siempre estuvieron atentos a
cualquier movimiento del rival
<<...en todos los esguaços teniamos infanteria y
caualleria yque con el exto estauamos a la oposiçion para que no
passase no seha determinado aponello en execuçion...>>.
Faltos
de ayuda exterior, los de Mourao soportaron diversas embestidas de los
atacantes; sin embargo, el cansancio se fue apoderando de ellos, y las
esperanzas de salvación acabaron por diluirse
<<...os paisanos que tinhan ficado no castelo,
vendo crescer o perigo, instaram ao governador pela entrega dele [...] na desesperaçao de ser socorrido, se
resolveu a entregar o castelo, no fim de seis dias de sitio...>>.
San
Germán tuvo su ansiado premio, y el jueves, 19 de junio, transcurrida una semana desde
el inicio de las operaciones de cerco, escribía con enorme alegría al rey
español :
<<...Y agora pvedo deçir que hauiendose
capitulado conel Gouernador dela plaça, esta mañana an entrado las Reales Armas
de VMgd enel castillo, ocupando la pverta y mañana saldra el
pressidio de portvgeses qe se halla en dha plaça...>>.
Las
honradas capitulaçoes, tal como las
definió un historiador coetáneo a los hechos, empezaban con esta lapidaria frase <<...El exmo sr Duque de Sª
German conçede al sor Juº Ferreira deAcuña, gouernador de la Villa
de Moron y su castillo....>>. Bla, bla, bla.
Pero
poco le duraron las mieles del triunfo al napolitano Tutavilla. Corriendo los postreros días
de octubre, un potente ejército portugués dio comienzo a la reconquista de
Mourao.
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